Experiencias en el tiempo de Covid – 1

Durante varios años tuve el deseo de saber más sobre el mundo africano. Estuve en una misión sólo en América Latina y el continente africano quería que me fuera un poco más familiar. Entonces le expresé a Jesús el deseo de poder entrar en la casa de algunos de mis alumnos de origen africana. Soy maestra de Religión Católica de la Escuela Infantil, y en Padua hay muchos extranjeros de este continente que asisten a las cinco escuelas donde enseño.

Pasaron los años y  parecía imposible que este deseo se realzara. Pero hace dos años, en septiembre, mientras se realizaban las inscripciones en una escuela, una mamà nigeriana, Joy es su nombre, tuvo dificultades para completar el formulario, así que ayudándola tuve su dirección y número de teléfono móvil. Le pregunté si podía visitarla. Cada vez que iba a su casa, sin embargo, terminábamos hablando en la calle o en el patio… la realidad que conocí prácticamente era una zona constituida por tres edificios donde viven casi todos africanos y muy pocos rumanos. Pagan alquileres muy altos, no tienen ningún tipo de calefacción o incluso agua caliente, las cañerías a menudo no funcionan, los baños rotos y además del alquiler, deben darle al propietario 100 euros cada mes para las boletas. Con la excusa de visitar a sus dos hijos que tengo en la escuela, comenzamos a hacernos amigas… pero su esposo no me dejaba entrar en la casa… tenía miedo que yo fuera trabajadora social y que me llevaba a sus tres hijos. También comencé a traerles varias prendas. Le pregunté si realmente lo necesitaba, a menudo decía que no y, a veces, reaccionaba un poco mal y grosera. Me preguntaba por qué de estas sus reacciones y las del marido desempleado que pedía la moneda del carrito a la salida de un supermercado… ¿por qué? Hace dos años atrás, para Navidad, cuando, nos conocíamos apena desde hace unos meses, le pregunté a Joy,  qué podía hacer por ellos… Su re spuesta fue “Cómprenme el combustible para las estufas, tenemos frío, no tenemos calefacción”. Fui a la ferretería, con la foto del tanque de 18 litros y compré el combustible adecuado para sus calentadores “peligrosos”! Fui con el auto y el tanque estaba muy pesado… ¡Supe que ellos iban en bicicleta para no pagar el boleto del ómnibus, con el frío, con la lluvia! Finalmente un gracias! Le había preguntado a Jesús cómo amar a estas personas, pero no cómo me gustaba a mí, sino cómo querían ellos ser amados por mí.

Finalmente el deseo se hizo realidad, ¡entré en su casa! ¡Qué escena ante mis ojos! Una casa muy humilde, mantenida en orden, con muebles y ropa arreglada, ¡pero las paredes estaban empapadas de agua! Pero, por supuesto, dije a mí misma, sé cuál es la humedad de Padua y con la calefacción… ¡imagínense  sin ella! Caritas los ayudan con la comida, siempre latas, leche, pasta… ¿pero carne? Reciben ropa que no siempre es buena y a veces sucia… pero los pantalones para el hijo mayor que crece rápidamente, nadie se los regala. Ahora entiendo las reacciones de Joy… Ellos reciben también demasiados jugetes… pero los niños no saben cómo usarlos. Los dejan en todas partes, la casa es pequeña y no hay lugar para ordenarlos, se pelean para obtener todo de inmediato.

Al pasar más tiempo con Joy sin tener prisa, entiendo que necesita mi auto para comprar agua… Sin embargo, le explico que el agua de Padua es potable y buena, pero insiste en que no la bebe… Trato de entender y descubrí que de las viejas tuberías de su casa sale de todo… También veo que en su mano tiene unos pocos euros para comprar solo el agua y la más barata y me doy cuenta de cómo esta mujer sabe los precios de los diversos supermercados y tiendas donde hacen descuentos y que es una buena administradora. Descubro muchas cualidades en esta madre y esposa que debe dirigir la “barca” para vivir. Las invito a comprar algo sustancioso para sus hijos y de no preocuparse para la plata… me agradece de nuevo…

Poco a poco aumenta la confianza y la amistad también aumenta. Un día, Joy me dijo: “Cuando tenga el dinero, serás la madrina de mis tres hijos… Quiero bautizarlos en la parroquia aquí por Don Mario, es un buen sacerdote… que me paga una factura al año”.

Hace unos días, todavía dolorida porque, después del comienzo de la etapa 2 de Covid 19, había finalmente logrado ir al dentista por algunas caries y también me hizo dos implantes en mis dientes. En el camino, me encuentro con Joy en una bicicleta, mostrándome la bicicleta reparada con el “compartido” que le había dado para la fiesta de Pascua y para  hacer algunas compras para su familia. Se doblaba de dolor de muela… sin pensarlo dos veces le dije que también yo tenía que ir al dentista para que me quitara los puntos y que si quería podía venir conmigo … “¡Mamma mia Daniela, ya tienes muchos gastos!” ¡Sentía que tenía que creer en la providencia!

Descubrí que la pobre tenia este dolor desde enero y que estaba tomando analgésicos y el dentista extranjero le había dicho que no tenía nada… de hecho, la carie no la vio tampoco mi dentista… así que la llevé a hacer una placa general. Luego el dentista desvitalizó un diente y luego el cirujano extrajo otro diente, se reconstruyó un diente roto y se realizó la limpieza… Debe usar hilo dental, el dentista le dice… Ella contesta: ¿qué es? Con mucho tiempo y paciencia la llevé al supermercado donde venden este hilo para mostrarle lo que ordenó el dentista. Durante el viaje, pasamos por una carnicería donde los clientes son todos extranjeros… “¿Te puedes parar, Daniela”? “Aquí es barato para mí”… compró 5 euros de carne picada con mucha grasa para hacer un tuco para toda la semana. Sentí que Jesús me pedía que le diera el tiempo necesario a este prójimo que ponía a mi lado, para amarla de una manera especial. Ella me preguntó si le podía enseñar  hablar un poco el italiano, y el viaje  era una buena oportunidad para hablar y aprender la cultura de este país. La vi feliz de aprender y conocer.

También fui hablar con Don Mario para ver qué podíamos hacer por estas personas de la zona… Encontré un párroco que me mostró una realidad aún más difícil, pero que también se preguntaba qué hacer por estas personas. La parroquia está compuesta solo por personas mayores… solo hay un niño que va al catecismo, estoy solo, sin embargo, hay una comunidad de s. Egidio… fotografié los distintos teléfonos de un folleto colgado en los locales de la parroquia, quién sabe lo que podremos hacer juntos, ¡Tengo muchas esperanzas! Logrè encontrar un pequeño trabajo para Joy en la iglesia parroquial, todos los viernes a las 14.30 tenía que ayudar una señora a limpiar la iglesia. Vi un poco más de esperanza en el párroco y la sonrisa en los ojos de Joy… El lunes la llevaré a quitarle los puntos del diente que se extrajo y le propuse llevar a sus tres hijos con nosotras para pasearlos en el auto. Estoy pensando en algo que les guste para ellos. Cuando escucho a Jesús en mi corazón, me enseña de amar el prójimo como a mí mismo, pero lo que me hizo “derretir” más, fue que cuanto más confiaba en Jesús y no en el dinero que tenía que gastar, más vino la Providencia! El técnico dental me hizo pagar solo los costos de los materiales, el cirujano que extrajo el diente no quería un euro y estaba feliz de haber hecho algo bueno, una colega quería contribuir al gasto de los alimentos… en resumen, de ninguna manera fue un gran gasto, dentro de mi corazón sentí que Jesús crecía en mí y a mi alrededor y que lo importante es amar en el momento presente… ¡Él se encargará del resto!

 

Daniela Merlani

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